Compartir y transmitir la mochila del Camino

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Haciendo el Camino pasamos por muy diferentes vías, carreteras y paisajes, conocemos diferentes pueblos, visitamos muchos lugares, conectamos con gentes diversas, …, a la vez que resolvemos las dificultades de logística para no perder la dirección correcta, comer o dormir en condiciones. Todo ello con el objetivo de hacer más llevadero y disfrutar más de nuestro recorrido hasta llegar a la meta. Incluso las personas que se atreven a hacer más de una vez el Camino en diferentes épocas del año o que recorren diferentes itinerarios,  sin duda entrarán en contacto con diferentes infraestructuras, culturas o experiencias, con lo que conlleva de incrementar esas dificultades logísticas.

Todo ello va conformando un conjunto de experiencias que luego nos sentimos orgullosos de recordar una y otra vez cuando han resultado satisfactorias. Incluso en el caso contrario, también las experiencias negativas nos servirán para relatar vivencias y para transmitir consejos y recomendaciones cuando nos los pidan otras personas interesadas en hacer el Camino.

En alguna ocasión, cuando esa otra persona interesada en iniciar la experiencia de la caminata nos sea muy cercana, además de los consejos, le daremos también los mapas del camino, los folletos que habremos recogido en diferentes lugares, los teléfonos de contacto que nos hayan sido de utilidad, y hasta la cantimplora o la mochila si creemos que le puede ser de utilidad para ahorrar gastos y si ya no las vamos a utilizar.

Es algo parecido a  lo que hacemos en nuestra vida familiar y social: intentamos que nuestras experiencias y nuestras posesiones sirvan para que las personas que forman parte de nuestra familia o nos son entrañables se beneficien de ellas para disfrutarlas o para sobrellevar con éxito los retos o las dificultades que la vida les va planteando.

Y también es algo parecido a lo que podemos hacer en nuestra vida profesional: la experiencia que hemos acumulado los que hemos ya hecho el camino no puede agotarse en nosotros mismos con nuestros éxitos o fracasos. Si de algo pueden servir tanto unos como otros es para hacer más llevadero o exitoso el camino de las persona que nos van a relevar o suceder en la gestión de los futuros retos profesionales compartiendo experiencias y maneras de hacer.

En este ámbito profesional, para hacerlo incluso más llevadero y con más garantías de éxito, será conveniente que este proceso de relevo sea convenientemente pautado. Tendremos que tener en cuenta, para amoldarnos a ellas, las capacidades y las actitudes de la persona que va a coger nuestro testigo. A veces incluso podremos opinar y decidir sobre la persona más adecuada. En esto casos, seguro que nuestra tendencia va a ser el buscar a una persona que lo haga exactamente como nosotros solíamos hacerlo….  Enseguida nos daremos cuenta que la exigencia de una responsabilidad profesional conlleva paralelamente una dosis de libertad y de hacer personalísimo, que es imposible  clonar. Todas las personas somos y seremos diferentes a la hora de entender, interpretar y buscar soluciones a una situación.

Es normal y así hay que entenderlo. De la misma manera que en el Camino las opciones de comidas o de alojamientos son muy variadas, y que unas veces unas salen bien y otras menos bien (sin que podamos comparar opciones simultáneamente porque difícilmente vamos a comer en dos restaurantes a la vez o dormir en dos alojamientos simultáneamente), en el ámbito profesional nunca se van a dar dos situaciones exactamente iguales ya que, por lo menos, el momento será diferente y lo normal es que también cambien los agentes interesados, los contenidos, las condiciones económicas, los recursos disponibles, etc.

Aun así, experiencias anteriores servirán para mejor y analizar los pros y contras de las nuevas dificultades. De la misma manera, los documentos y materiales que antes hayamos podido conseguir o elaborar seguro que sirven para facilitar el análisis y la búsqueda de soluciones ante los nuevos problemas.

Sin duda el ser capaces de aceptar la diferencia en el modo de afrontar un reto, el que otras personas puedan sustituirnos y hacer el camino con éxito utilizando alguno de los consejos que les demos y rechazando otros, exige unas altas dosis de humildad y paciencia. De la misma manera, para la persona que ahora tiene la plena responsabilidad de alcanzar un objetivo profesional, el pedir y aceptar consejos, muchas veces referidos a experiencias ya caducas y desfasadas, exige también en muchas ocasiones paciencia y humildad.

Pero nadie rechaza el acompañamiento de sus padres en el inicio de su vida. Tampoco nadie rechaza el consejo o la opinión de una persona que ya haya recorrido y llegado al final del Camino. Siguiendo ese paralelismo, no parece muy adecuado el rechazar de plano la opinión de una persona que ya haya recorrido y se haya enfrentado con éxito a los mismos (o parecidos) retos profesionales.

Por lo tanto, este ‘pasar la mochila’, nos va a exigir paciencia, humildad y más aún, generosidad. Esta generosidad trata de evitar a otra persona esfuerzos, incomodidades, malestares, fracasos, …, por los cuáles nosotros en muchas ocasiones ya habremos pasado. Generosidad incluso cuando en ocasiones tengamos que celebrar con la misma ilusión éxitos ya ajenos, aunque nosotros los hubiéramos dejado encarrilados. Generosidad para asumir que en esa misma mochila pueden caber nuevos y distintos elementos o incluso renovarse totalmente… Y todo ello sin pedir nada a cambio, más allá de un sincero agradecimiento y la satisfacción de observar nuestro buen hacer en el éxito de la otra persona.

Es lo que normalmente se pretende conseguir en el ámbito educativo: el buen hacer de la persona que se encarga de la formación de una persona, se debe traducir en el éxito de esa persona alumna y, por consiguiente, de la misma educadora y de su misión. Incluso en el ámbito laboral este cometido tiene un nombre específico: ‘mentoring’, que precisamente conlleva la transferencia de conocimientos y el aprendizaje de la experiencia de otra persona a través de un proceso pautado de acompañamiento y conversaciones donde la confianza, la sintonía personal y el compromiso mutuo es fundamental.

Como proceso pautado, al igual que cuando hacemos el Camino, es preciso concienciarnos y comprometernos con el esfuerzo que conlleva, prepararlo recopilando información, marcarnos unos objetivos, señalar acciones e hitos de referencia, revisarlo periódicamente para ver si vamos en buena dirección , celebrar los avances y éxitos, etc.

Al igual que cuando hacemos el Camino, el éxito de estos procesos de acompañamiento estriba, no sólo en que la otra persona llegue hasta la meta y consiga sus objetivos, sino en que esa caminata le sea placentera, en que le alivie del pesar de las etapas, en que le sean de utilidad nuestros consejos, en que nuestra experiencia le haga más cómoda la toma de decisiones y en que hasta disfrute de nuestra compañía cuando sea posible.

Para el mentor, esta etapa final, este epílogo de nuestro camino profesional, esta labor de ‘facilitar que otras personas se aprovechen de nuestras mochilas’, hará todavía más intensa y vivida nuestra experiencia en nuestro propio camino personal. Y, como en el poema de Ítaca, es una manera placentera de conseguir que el camino nos sea más largo, lleno de aventuras y de experiencias,  llegando, con placer y alegría a nuevos puertos nunca vistos antes, sin apresurar el viaje, enriquecidos de lo que nos va dando el camino…

Y seguro que el hacer el Camino, aunque sean unas pocas etapas, nos puede ayudar a entender y asumir el bienestar que nos producirá el gestionar adecuadamente estos procesos de relevo, la esencia de compartir y transmitir la mochila.

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